Durante siglos la humanidad ha creído que la Tierra estaba ahí para someterla, explotarla y sacarle los recursos de manera indiscriminada, suponiendo que esta no tenía fin o que, por sí sola, tendría la capacidad de renovarse infinitamente.
Con este planteamiento, se han talado bosques completos, se ha contaminado el aire de una forma insoportable, se ha mermado la biodiversidad, se ha aumentado la acidificación de los océanos y han aumentado las temperaturas globales, que ha generado el deshielo de los glaciares. Un saqueo de tales dimensiones que ha provocado un gran desequilibrio en el ritmo vital del planeta.
Creímos que la Tierra nos la dieron para dominarla y por el contrario estaba preparada para ser labrada y cuidada, para disfrutar de sus bienes en armonía, para mantenerla viva en el presente y prepararla para el futuro.
Vivir con la Tierra como hermana nos hace cambiar la perspectiva, nos compromete en una relación de afecto y de cuidado, de fraternidad, que no deja espacio para el egoísmo y la explotación.
¿Qué podemos hacer?
Lo primero sería replantear nuestra relación con el planeta: reconocernos parte de un ecosistema mayor, vivir en hermandad con el resto de seres vivos, con el clima y con el agua.
A partir de este planteamiento se trataría de plantearnos 3 dimensiones:
- Anunciar modelos diferentes de relación con el medio. Es posible cambiar; hay otras formas de consumir y de plantearnos el desarrollo, y esto se educa, tanto en la escuela como en cualquier otro espacio.
- Denunciar políticas y acciones que maltratan el ecosistema, como la priorización de las energías fósiles a las renovables, el tratamiento de las aguas residuales o el urbanismo insostenible.
- Renunciar a las acciones cotidianas que contaminan, generan residuo o derroche de recursos, que perpetúan el sistema de extracción abusiva de los bienes, etc. Es necesario tomar un camino más sostenible y en armonía con nuestra hermana la Tierra.
Aunque la situación planetaria es grave y requiere cambios urgentes, seguramente no vamos a hacer todos los cambios de la noche a la mañana, ni los haremos si no parten de un compromiso personal. Para cambiar es importante que decidamos cambiar, que nos informemos, nos formemos y seamos conscientes de que todo está interconectado y de que los cambios que hacemos en nuestro estilo de vida tienen un efecto real.
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