Con motivo del Día Internacional de las personas Migrantes, desde Bosco Global, queremos subrayar que todas las personas tienen derecho a la migración, todas «buscan oportunidades para ellas y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad” (Christus vivit 91).
Todas las personas anhelamos un presente y un futuro libre de guerras, de persecuciones, violaciones de derechos humanos o catástrofes naturales. En este sentido, de alguna manera, todas somos migrantes y por tanto empatizamos, comprendemos y acogemos con humanidad y amor fraterno.
No podemos normalizar la vulneración de derechos
Especialmente estos días, queremos mostrar nuestra profunda preocupación por la situación de las personas migrantes que han estado en el muelle de Arguineguín y lamentamos la gestión que se ha llevado a cabo. Miles de personas hacinadas en el puerto en condiciones higiénicas y sanitarias muy precarias, con poca comida saludable, y en algunos casos, sin adecuada asistencia legal, han demostrado un gran déficit de nuestras autoridades para dar una respuesta humanitaria a esta situación de emergencia, y la falta de determinación para darles una acogida respetuosa y garantizar sus derechos.
Esta situación vivida en Canarias no es algo extraordinario, es un hecho continuo que se repite con mayor o menor repercusión mediática en otros espacios fronterizos. Es decir, la vulneración de derechos de las personas migrantes se ha ido normalizando y se convierte en un racismo institucional, en la deshumanización de hombres y mujeres que necesitan de acogida y seguridad, todo ello, avalado por una ley de extranjería que acentúa las desigualdades, endurece la represión de las políticas migratorias, dificulta el reagrupamiento familiar, y deja a las personas migrantes en una situación de mayor vulnerabilidad.
Esta ley de extranjería, además reafirma los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs) y las deportaciones, y refuerza la valla de la frontera sur; arquitectura de la exclusión, de control, de desigualdad entre quienes pueden cruzarla y quienes no, de violencia policial y de las concertinas, y testigo de las devoluciones en caliente.
Queremos hacer una mención especial a los jóvenes menores. En el mundo hay 50 millones de niños, niñas y jóvenes migrantes que viajan sin la compañía de una persona adulta, a quienes se les vulneran sus derechos, son estigmatizadas y a veces criminalizadas. Cuando sólo son personas que buscan un futuro mejor para ellas y para sus familias, que no reciben la protección adecuada y no se garantizan sus derechos como infancia.
Por ello, en el Día Internacional de las personas Migrantes hacemos un llamamiento para que la migración sea segura, regular y digna.
Nuestras reflexiones y propuestas
Desde Bosco Global entendemos el hecho migratorio como una oportunidad de intercambio gratuito para dialogar, escuchar, proyectar juntas, y de ese modo, eliminar la sospecha y el prejuicio de lo desconocido. Miramos a la persona migrante como compañera en el viaje de la vida, como colaboradora y corresponsable de la construcción de un mundo más justo y fraterno. Creemos en el diálogo intercultural y en el reconocimiento a la diversidad para establecer una mejor convivencia y construir una sociedad cada vez más segura, pacífica e inclusiva.
Queremos acoger a las personas migrantes compartiendo el espacio de vida, con una actitud de apertura para reconocerlas en su igual dignidad, en la particularidad, y en su unicidad. Acoger, proteger e incluirlas requiere un compromiso que no se limita a simples declaraciones, sino que es una implicación efectiva. Creemos que «una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros.» (Fratelli tutti 41).
Entendemos que los motivos de emprender el proceso migratorio son muy diversos y hay tantos como vidas individuales. Por eso pedimos que se proteja el derecho a migrar y el derecho al asilo. Pedimos una nueva política migratoria, alejada de los discursos del miedo y del odio, que proteja los Derechos Humanos de todas las personas por igual, y que garantice una vida digna, poniendo los recursos suficientes para gestionar la acogida y la regularización de todas las personas migrantes en el país.
Es necesaria una educación que profundice en la empatía, que reduzca estereotipos y prejuicios para que permita avanzar en una sociedad del encuentro, del cuidado de las personas, del amor y no del odio. Una sociedad más samaritana y menos egoísta.
Y por último, queremos dejar de ser cómplices en las causas que provocan las migraciones forzosas. Para ello, pedimos que se refuerce la cooperación al desarrollo y la ayuda humanitaria internacional, que los estados y las empresas privadas paren sus explotaciones en los países del sur, y que las fronteras dejen de ser moneda de cambio para intereses que no sean la dignidad humana.
«Si un migrante viene a residir entre ustedes, en su tierra, no lo opriman. El migrante residente será para ustedes como el compatriota; lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto»(Lv 19,33-34).