«La dulzura en el hablar, en el obrar y en el reprender, lo gana todo y a todos».

Esta célebre frase de Don Bosco es toda una declaración de intenciones del paradigma de quién educa. Sin duda, el padre y maestro de la juventud, tuvo claro desde el principio que la mejor manera de educar nacía desde la cordialidad, desde el cariño. 

En un mundo en el que la vida de nuestra juventud se mueve en el plano de lo virtual, volver a las raíces y recordar estas palabras de Don Bosco puede ayudarnos a redescubrir su importancia. La era de los tiktokers e influencers trae consigo, sin duda, nuevos retos. Se nos abre un inmenso escaparate en el que desde edades adolescentes la gente joven está cada vez más expuesta. Parece que todo estuviera sujeto a la aprobación de los seguidores: la forma de vestir, la música que escuchar e, incluso, la manera de relacionarse entre sí y, especialmente, con el otro sexo. Eso multiplica, de una forma silenciosa, discursos de odio que muchas veces pasan desapercibidos.

Y ante esto, ¿qué podemos hacer? La dulzura de la que nos habla Don Bosco nos puede dar algunas claves:

  • Poner en valor la espontaneidad de la juventud, que escapa a los esquemas, a veces poco flexibles, de la sociedad adulta. Sus planes surgen de forma espontánea, sin demasiadas preocupaciones. Y ahí hay que estar: aprovechar cualquier oportunidad para acompañar, para ofrecer alternativas sanas, para engendrar familiaridad y afecto contagioso.
  • Aprovechar los nuevos patios digitales para acompañar y, sobre todo, para educar. El educador y la educadora de hoy no pueden estar al margen de las redes sociales, sino inmersos en ellas. Solo así será posible conocer la realidad que envuelve a la juventud,  «amar lo que ellos aman», como diría también Don Bosco. Solo así se podrá realmente educar y prevenir.
  • Aunque sin duda el primer paso es ser espejos de cordialidad. Nadie da aquello que no tiene, dice una antigua máxima latina. Y aquí pasa lo mismo: para generar ese contagio será necesario que, primero, las personas responsables de la educación sean cordiales, amables, pacientes y modelos de calma. Personas de sonrisa sincera y de manos abiertas, reflejo de un corazón abundante en todas estas cualidades. De otra manera, nada de lo anterior será posible.

La labor educativa es apasionante. No siempre es fácil, pero sentirse instrumento útil para la construcción de un mundo mejor es maravilloso. Y en esto todas las personas somos necesarias, todas estamos interconectadas. Solo nos falta convencernos de ello.

Jonás Álvarez Rodríguez – Coordinador de Pastoral de La Orotava