«Tenemos tres elementos: hierba, conejo y zorro. La hierba recibe la energía del sol para crecer, el conejo se come la hierba y el zorro se come al conejo».

Este era el ejemplo que en mi época de colegio e instituto se repetía constantemente en los libros de texto para explicar lo que más tarde, en la universidad, me dijeron que tenía que denominar productores (la hierba), consumidores primarios (los que se alimentan de los productores, es decir, el conejo) y consumidores secundarios (los que se alimentan de estos consumidores primarios; siguiendo nuestro ejemplo, el zorro). Hasta aquí, todo bien. Te aprendías el tema tal como te lo enseñaban, lo reflejabas en tu examen y así tenías buenos resultados en forma de notas.

Pero llegó el momento en el cual este ejemplo me lo presentaron en otro foro de «gente sesuda y estudiada», en el cual se añadía la pregunta: ¿qué pasará si desaparece el conejo?

Después de haber oído tantas veces que en este caso el zorro también desaparecería, en este nuevo foro mi respuesta fue que el zorro se buscaría otra presa. Mi sorpresa fue que esta respuesta se calificó como incorrecta, además de ingenua, por eludir de manera simplista la problemática planteada.

Quién me conoce sabe que no dejaría las cosas así. Al fin y al cabo no solo contaba con una supuesta formación académica sobre este tema, sino, sobre todo, con la obviedad de lo que observaba en la naturaleza: precisamente el zorro es un animal oportunista, que se alimenta de muchísimas presas diferentes, e incluso de frutas y otros «productores» y, de hecho, aunque ciertamente consuma conejo, esto solo lo consigue en muy contadas ocasiones. 

Viendo el funcionamiento real, el ejemplo está mal construido, a manera de cadena, y no refleja la realidad en la cual a un «eslabón» de esta cadena no se le conecta otro, sino varios, y estas «cadenas ramificadas», a su vez, se van superponiendo, configurando un tejido más parecido a una red, en la cual las especies, más que eslabones, serían nudos.

En una cadena, si rompes un eslabón, la cadena queda rota, pero, en una red, si eliminas un nudo, esta podrá cambiar de forma y presentar una debilidad, pero no se rompe y, mientras más nudos tenga, menos se deformará esta red.

Como nos plantea el Papa Francisco en su encíclica Laudato sí (32-42), esta red es la clave de la diversidad biológica. Mientras más especies tengamos presentes, más estabilidad tendrá el sistema y así será capaz de amortiguar mejor las alteraciones; por cada especie que perdemos tenemos un nudo menos en la red para repartir el esfuerzo de sostenerlo todo, y esto supone un «vacío» por el cual se nos pueden escapar cosas interesantes. Cada especie es portadora de una información genética única que le otorga sus valiosas características y que, teniendo en cuenta el punto de vista «egoísta humano», no sabemos cuándo nos pueden ser útiles, como ya nos demuestran infinidad de fármacos descubiertos o en proceso de descubrir.

¿Cómo te planteas cuidar de la red de biodiversidad de la cual formas parte?

¿Tenemos derecho a estar provocando esta pérdida de biodiversidad?

Santiago Macarro Carballar – SCC

Agente de Medio Ambiente