El negacionismo ambiental es una realidad social que ya no es minoritaria. Suele ser exhibido por personas que eligen negar la realidad, centrar sus argumentos en lo que se llama «pensamiento mágico» y evadir una verdad que les resulta incómoda.

El periodista científico Michael Specter concreta que se da el negacionismo grupal cuando «todo un segmento de la sociedad, a menudo luchando con el trauma del cambio, da la espalda a la realidad en favor de una mentira más confortable».

Esta cómoda actitud, que adormece la conciencia, se sitúa al margen de los consensos científicos ampliamente evidenciados y demostrados sobre la realidad medioambiental. Supone una tremenda irresponsabilidad por cuanto paraliza las urgentes medidas que hay que tomar a nivel personal, comunitario y global.

  • La educación es sin duda la mejor estrategia para contrarrestar el negacionismo de todo tipo. Pero, en el caso de la ecología, la educación ambiental tiene que incluir una crítica de los «mitos» de la modernidad basados en el individualismo, el progreso indefinido, el consumismo, el mercado sin reglas y, también, recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno, el solidario con las demás personas, el natural con todos los seres vivos y el espiritual con Dios. (LS 210)
  • Esta educación tiene que fomentar el sentido crítico, promoviendo la duda en torno a los planteamientos cotidianos no contrastados y aceptados sin más. Debemos cuestionarnos la información que nos llega y tamizarla con objetividad y rigor.
  • Para ello es muy importante contrastar la información con varios medios para buscar fuentes alternativas y considerar las posibles intencionalidades de unos y otros. Es fácil confiar en los medios que dicen lo que queremos escuchar, pero es más saludable leer y escuchar medios distintos que nos aporten otras variables.
  • El conocimiento de los Derechos Humanos, su defensa y aplicación para que sean disfrutados por todas las personas, supone un enfoque absolutamente necesario. Los Derechos Humanos y el cuidado de la vida marcan una clara diferencia en las relaciones humanas, promoviendo la cooperación, la solidaridad y el amor. Desde este punto de vista, consideramos el medio ambiente como un bien para todas las personas, y, por tanto, lo cuidaremos y haremos todo lo posible para mejorarlo. «El auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los/las demás.» (LS, 70)