NO A LA MILITARIZACIÓN Y NO A LA GUERRA

Publicado el jueves, 23 May 2024

Por una Europa de la distensión, la paz y la seguridad compartida

Desde hace meses, líderes políticos europeos abonan el terreno para que nos preparemos para una guerra. Más allá de si el riesgo de que estalle un conflicto bélico a gran escala es o no real, lo cierto es que las economías del continente ya transitan hacia unos presupuestos públicos de guerra y que las consecuencias de esta priorización llegan en un momento en el que el coste de la vida empieza a ser inasumible para grandes capas de la población europea.

La historia nos enseña que los momentos de militarización siempre son el preludio de la guerra, y para esta hace años que vienen preparando el marco de justificación. En 2014, los países de la OTAN acordaron incrementar sus presupuestos de defensa hasta el 2% de su PIB. Tras la invasión de Ucrania y el actual genocidio en Palestina, las prioridades políticas de la OTAN y de la UE se redirigieron a impulsar un aumento del gasto de los países en adquisición de nuevas armas, la incorporación del servicio militar obligatorio y la financiación de la industria militar para que produzca más y la creación de más fondos de financiación para desarrollar nuevos prototipos más letales y autónomos.

Desde la UE se ha impulsado el miedo a una posible invasión de Rusia a Europa para que la población apoye su política de rearme y militarización. En 2023, el gasto militar de los países miembros de la UE aumentó un 21,3% respecto a 2022, alcanzando los 289.300 millones de euros. Si a esto sumamos el gasto comunitario (7.537 millones) y los gastos del Reino Unido y Noruega (77.323 millones €) nos encontramos con un gasto militar total de 374.000 millones €, el segundo mayor del mundo, sólo por detrás de EE.UU., y casi 4 veces la de Rusia (100.000 millones €).

La Unión Europea está aplicando una absurda Política de Disuasión Militar: quiere mostrar a su adversario que dispone de mayores capacidades destructivas, que su poder es muy superior y que el adversario tiene que desistir de atacar. Esta política suicida, conduce inevitablemente a una escalada de tensión, a una carrera armamentística y a una espiral belicista, con el trasfondo de la amenaza nuclear y de sus consecuencias catastróficas, capaces de destruir la vida en el planeta varias veces.

El 9 de junio se celebrarán elecciones europeas y consideramos que puede ser una oportunidad para plantear nuestras reivindicaciones a las fuerzas políticas que se presentan. Es un momento clave, o apostamos por impulsar políticas de paz, distensión y seguridad compartida o acabaremos en una escalada militarista. Aumentar el gasto en defensa significa disminuir los recursos para la lucha contra el cambio climático, la reducción de las desigualdades y la equidad de género, la salud, la armonización de salarios o derechos de toda la ciudadanía.

Por todo ello, las organizaciones firmantes proponemos

Apostar por la distensión, lejos de la retórica amenazante y las espirales armamentísticas de la OTAN, que active el desarme, abra las puertas al diálogo y a la confianza mutua con el objetivo de desescalar los conflictos mediante el uso de la diplomacia, la negociación, la cooperación y la noviolencia. Estas políticas tendrían que desembocar en la finalización de la violencia armada en Ucrania, Palestina y otros lugares. Es necesario retomar la apuesta de los años 90 de una seguridad común y compartida sin exclusiones en Europa.

Impulsar una política exterior orientada a la paz, orientada a la seguridad humana, mediante instrumentos como la mediación, la diplomacia, la defensa de los derechos humanos o la intervención civil en conflictos para construir la paz

Fomentar espacios de diálogo entre movimientos sociales, académicos y políticos encaminados a elaborar propuestas de políticas de paz, de cuerpos civiles de paz, de defensa civil y de seguridad no armada. Potenciar los recursos humanos y económicos para la reconversión industrial militar en sectores productivos civiles de interés.

Promover activamente una paz ambiental sustentada en bases científicas, con políticas claras de descarbonización justas y seguras que minimicen y reparen los daños que afectarán a las generaciones venideras.

Impulsar políticas que incidan en la mejora de la vida diaria de las personas. Impulsar una política de seguridad humana centrada en las necesidades de las personas, con su implicación y participación.

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